¿Qué sabemos (y qué no) sobre los microplásticos y su impacto en la salud?
Vienen en envases, flotan en el aire, se esconden en la comida. No los vemos, pero están en todas partes. Los microplásticos —esas diminutas partículas de menos de 5 milímetros— se han convertido en parte del paisaje invisible de nuestra vida cotidiana. Y cada vez más estudios apuntan a que también están entrando en nuestros cuerpos. Pero, ¿qué sabemos realmente sobre ellos? ¿Qué efectos tienen? ¿Y qué podemos hacer, sin volvernos paranoicos, para protegernos un poco más?
¿Qué son los microplásticos y de dónde vienen?
Los microplásticos se clasifican en primarios y secundarios.
Los primarios son fabricados intencionadamente en ese tamaño, como los que se usan en cosméticos exfoliantes o pellets industriales.
Los secundarios provienen de la degradación de plásticos más grandes —botellas, bolsas, juguetes, ropa— que con el tiempo se fragmentan por efecto del sol, el agua, el roce.
También existen los nanoplásticos, aún más pequeños (menos de 100 nanómetros), que están siendo objeto de creciente atención científica.
¿Dónde se encuentran?
Casi podríamos preguntar: ¿dónde no?
En el agua: tanto en ríos como en océanos, incluso en el agua del grifo y embotellada.
En el aire: partículas suspendidas que respiramos sin darnos cuenta, especialmente en espacios cerrados.
En los alimentos: se han detectado microplásticos en sal de mesa, mariscos, pescado, frutas, cerveza, miel…
En el cuerpo humano: estudios recientes los han hallado en sangre, pulmones, placenta e incluso en leche materna.
Un estudio de la Universidad de Newcastle (Australia, 2019) estimó que ingerimos el equivalente a una tarjeta de crédito a la semana en microplásticos. Impactante, aunque la cifra está sujeta a debate.
¿Qué efectos pueden tener en el cuerpo humano?
Lo inquietante no es solo que los microplásticos estén en el ambiente: es que ya están dentro de nosotros.
Un estudio publicado en febrero de 2024 en Nature Medicine encendió las alarmas. Investigadores liderados por el Dr. Matthew Campen encontraron que las muestras cerebrales humanas de 2024 contenían casi un 50% más de microplásticos que las de 2016. Y eso no fue todo: los cerebros de personas con demencia presentaban una concentración mucho mayor de partículas plásticas que los de personas sin esta condición. Aunque no se puede hablar aún de causalidad, el dato es más que inquietante.
Otros estudios recientes del mismo equipo detectaron microplásticos en testículos, placentas, sangre, semen, leche materna e incluso en el meconio (las primeras heces de un recién nacido). Además, descubrieron que las placentas de bebés nacidos prematuramente contenían más microplásticos que las de los nacidos a término, pese a haber estado menos tiempo expuestas. Este hallazgo sugiere una transferencia precoz y rápida de partículas desde el entorno materno al feto.
🧠 “Esto está aumentando de forma exponencial en nuestro entorno, y también dentro de nosotros”, dice el Dr. Campen.
Además, algunos efectos posibles observados en estudios (mayormente en animales o in vitro) incluyen:
Inflamación intestinal y cambios en la microbiota.
Estrés oxidativo (un desequilibrio que puede dañar células).
Alteraciones endocrinas, por aditivos como ftalatos y bisfenoles que actúan como disruptores hormonales.
Respuesta inmune alterada y posible acumulación en órganos.
📋 Estudios destacados:
Nature Communications (2023): Microplásticos en tejidos humanos y su impacto celular.
Science of The Total Environment (2021): Inhalación de fibras plásticas en espacios cerrados.
Environmental Pollution (2022): Correlación entre microplásticos y trastornos metabólicos en modelos animales.
¿Qué no sabemos aún?
A pesar de estos hallazgos impactantes, la ciencia aún no ha establecido cuánta exposición es necesaria para causar daño. Como recuerdan los toxicólogos: “la dosis hace el veneno”. Incluso el agua puede ser tóxica en exceso. Pero con los microplásticos, aún no se sabe qué niveles son peligrosos ni si el problema proviene principalmente del aire, del agua, de los alimentos o de todos a la vez.
También queda por determinar:
Cuál es la relación directa entre presencia de microplásticos y enfermedades como cáncer, Alzheimer o infertilidad.
Si hay momentos críticos de exposición (como el embarazo o la infancia temprana) en los que el impacto es mayor.
Qué papel juegan los aditivos químicos del plástico, como los ftalatos, frente a las partículas en sí.
La única certeza, por ahora, es que los microplásticos están en aumento… y dentro de nosotros.
¿Qué podemos hacer en casa para reducir la exposición?
Sin obsesionarse, hay muchas acciones cotidianas que ayudan:
En la cocina:
Evita calentar comida en recipientes plásticos, sobre todo en microondas.
Usa botellas reutilizables de acero inoxidable o vidrio.
Prefiere utensilios de cocina sin teflón deteriorado (libera microplásticos con el uso).
Guarda la comida en recipientes de cristal.
Filtra el agua del grifo con sistemas de carbono activado si es posible.
En la limpieza:
Usa paños húmedos o mopa, en vez de barrer en seco (levanta menos partículas).
Ventila bien para reducir acumulación de polvo sintético.
Lava con programas cortos y fríos para preservar la ropa sintética.
En la ropa:
Lava la ropa técnica o sintética con bolsas atrapafibras (como Guppyfriend) o filtros específicos para la lavadora.
Prefiere prendas de algodón orgánico, lana o lino.
En el cuidado personal:
Revisa etiquetas y evita cosméticos con “polyethylene” o “polypropylene” (a menudo en exfoliantes).
Elige cepillos de dientes y peines de bambú o materiales naturales.
Más alternativas útiles:
Evita cápsulas de café de plástico (¡muchas marcas tienen versiones compostables!).
Compra a granel cuando sea posible para reducir envoltorios.
Reduce el consumo de productos ultraprocesados, que suelen tener más contacto con plásticos.
¿Y en la crianza?
Usa biberones sin BPA ni PP, y evita calentar líquidos directamente en ellos.
Opta por vajilla infantil de acero o silicona médica.
Revisa los materiales de los juguetes y evita aquellos con PVC, sobre todo en edades en las que todo va a la boca.
Si tienes bebés gateando, evita alfombras de espuma plástica o suelos tipo “puzzle” que suelten partículas.
🔎 Dato curioso: Un estudio canadiense (2020) mostró que preparar fórmula infantil caliente en biberones de polipropileno puede liberar hasta 16 millones de microplásticos por litro.
Conclusión: vivir informados, no angustiados
Es fácil sentirse abrumado con estas cifras. Pero la intención de este artículo no es alarmar, sino informar para actuar con conciencia. No podemos eliminar los microplásticos de nuestras vidas por completo, pero sí podemos minimizar su presencia, sobre todo en los entornos que controlamos: nuestra casa, nuestra cocina, el día a día con nuestros hijos.
Reducir plásticos de un solo uso, hacer elecciones más conscientes y presionar por políticas públicas más exigentes también son parte de la solución. Porque al final, cada cambio —aunque sea pequeño— suma en la salud del planeta y en la nuestra.